domingo, 8 de septiembre de 2013

23º domingo durante el año

 " Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida,, no puede ser mi discípulo".
                                                  Lucas 14, 26

El amor a Dios tiene que estar por encima de todo. Debe tener una preferencia absoluta, para que podamos amar  a los otros con autenticidad. El amor a la familia no nos puede separar del amor de Dios, porque Él es el que más nos ama. El amor nos tiene que obligar a salir de nosotros mismos, supone esfuerzo, nos tiene que exigir lo máximo. Así los padres buscan que paulatinamente sus hijos logren la independencia (no se los apropian). De la misma manera en las relaciones de matrimonio y de amistad, buscamos que el otro crezca, necesitamos rechazar cualquier inclinación a la dominación o apropiación. El amor verdadero debe dominar nuestro ego, y es lo más difícil de lograr en toda relación, sintiéndonos amados primero, podremos amar buenamente.

María, hoy en tu día, ruega por nosotros!

Hno. Lázaro




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