Mateo 3, 2
El desierto simboliza, inmensidad, soledad, silencio. Qué difícil en estos días que nos tocan vivir, "encontrar nuestro desierto". Pero es necesario entrar a nuestro corazón,como un desierto para revisar cómo estamos viviendo, para establecer o restablecer un diálogo con el Señor, que nos permita re-convertir nuestra vida, con la mirada puesta en Él; fuente de vida y de amor.
Un amor que nos tendría que mostrar como cristianos en todos los actos de nuestra vida. Y no siempre lo logramos. Hoy, Juan el Bautista nos invita a preparar el corazón, para que sea un pesebre amplio, limpio y amoroso, para que nazca el niño Dios.
Virgen María, Madre del niño, ayúdanos a preparar su llegada!
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